¿Qué hacer cuando un hijo no quiere hablar? 7 pautas de comunicación
A lo largo de nuestra vida, la comunicación será nuestra principal herramienta y arma(defensiva u ofensiva) para relacionar nos con el entorno y las personas. puede utilizarse de múltiples formas, pero todos en alguna ocasión hemos necesitado cesar en su uso y permanecer en silencio; ya sea literalmente o al menos, sobre algunos temas íntimos de nuestras vidas.
Como padres y madres, es fácil que en algún momento nuestros hijos dejen de
hablarnos o disminuya la cantidad de información que nos dan, en especial durante la adolescencia.
Sin embargo, a continuación vamos a descubrir algunas pautas fáciles para saber qué hacer cuando un hijo no quiere hablar con nosotros, consiguiendo disminuir el malestar y la incertidumbre que sentimos, así como la forma de mejorar la situación relacional.
¿Por qué mi hijo no quiere hablar conmigo?
Este será uno de los puntos más importantes. Comprender el motivo (o motivos) por el cual nuestro hijo ha dejado de comunicarse será básico para poder poner una solución.
Son diversos los motivos y deberemos hacer un repaso de los acontecimientos previos al cambio.
Quizá tenga que ver con que en su vida han aparecido elementos que le generan vergüenza compartir.
En otras ocasiones puede que en casa no existiese el hábito de comunicarse y esto le genera incomodidad cuando es él/ella quien debe hacerlo.
Tampoco se puede descartar que esté dolido por alguna circunstancia pasada y eso le impida acercarse de nuevo para entablar conversación.
Pero en la mayoría de ocasiones, lo que se suele encontrar es un miedo a la reacción de los padres (ya sea verbal o no verbal, por ejemplo, en forma de prejuicios).
Consejos de comunicación con los hijos.
A continuación vamos a enumerar un conjunto de consejos para mejorar la comunicación con nuestros hijos ayudando así a saber qué hacer cuando no quieran hablar con nosotros.
1. Servir como ejemplo.
Nuestros hijos normalizan aquellos patrones que previamente estaban ya normalizados en casa. Si nosotros como padres tenemos el hábito de comunicar con nuestros hijos y entre nosotros mismos experiencias del día a día, sentimientos o preocupaciones, aumentará significativamente la posibilidad de que ellos lo hagan con nosotros.
Al contrario también puede pasar. Si no tenemos ese hábito, aunque no esté mal visto el hacerlo, el no hacerlo nunca se interpretará inconscientemente como un hábito “no normal”, lo que podrá generar ciertas barreras.
2. Comunicar con distintos objetivos.
La comunicación no debe centrarse solo en expresar cosas malas: malas notas,
problemas con los amigos, deberes, etc.
Cuando cogemos el hábito sin darnos cuenta de hablar con nuestros hijos solo cuando ocurren (o tememos que ocurran) cosas malas, se puede estar transmitiendo la sensación
de que la comunicación solo es válida para este tipo de elementos.
De igual manera, puede ocurrir al revés, al utilizar solo la comunicación con nuestros hijos cuando todo va bien.
3. Preguntar desde la duda genuina.
Es frecuente que las conversaciones con nuestros hijos se puedan convertir en
interrogatorios cuando ellos no son muy comunicativos. Pero todavía puede ser peor: cuando esos interrogatorios se centran en preguntas cuya respuesta ya sabemos o anticipamos.
Si por ejemplo nuestro hijo ha sacado mala nota y le preguntamos “por qué”, debemos asegurarnos de hacer esa pregunta si realmente tenemos curiosidad del motivo y queremos averiguarlo para ayudarle, no para enlazarlo con una reprimenda.
4. Elegir temas de interés común.
Antes de tocar ciertos temas, como nos pasaría con cualquier otra persona, es aconsejable hablar de temas más superficiales y cómodos, pero siempre que respondan a una necesidad real nuestra por descubrir.
Se debe evitar hablar sobre los temas que consideramos interesantes con nuestros hijos con el único fin de que estén cómodos (sin que haya una curiosidad genuina por nuestra parte) porque el resultado será una conversación artificial.
Así pues, mostrar interés real sobre otro tipo de temas y compartirlos allanará e terreno para más y mejores conversaciones en el futuro.
5. Respetar los tiempos (y espacios).
No cualquier tipo de conversación es indicada en cualquier momento y en cualquier lugar. Elegir bien cuándo intentar expresarnos y cuándo esperar que el otro se exprese será básico.


Aquí incluiremos también el estado de ánimo. Por poner un par de ejemplos, muchas personas (al igual que los hijos), no gestionan bien tener que hablar de temas complicados después de una larga jornada de trabajo o estudio. Puede pasar igual también con la mañana siguiente de una borrachera con la resaca subsiguiente.
6. Prestar atención a nuestras respuestas.
Si alguna vez sí han habido conversaciones con nuestros hijos y ellos se han comunicado y han hablado con nosotros, será muy útil pensar sobre qué tipo de respuestas dimos.
Las respuestas que damos a los demás (no solo en lo verbal, sino también en lo no verbal, como el tono, las connotaciones implícitas, la postura corporal, etc), modularán en gran medida el que la otra persona se vuelva a comunicar con nosotros.
7. Comprender la necesidad de nuestro hijo.
Aquí volvemos al punto clave: ¿por qué mi hijo no quiere hablar?.
Antes de intentar conseguir que hable de los temas que necesitamos hablar, deberemos hablar sobre la comunicación en sí. ¿Qué dificultades tiene nuestro hijo para hablar? ¿Le pasa con todo el mundo o solo con sus familiares? ¿Le pasa con cualquier familiar? ¿Es capaz de expresarse con alguna persona en particular? ¿Qué le ofrece esa persona y por qué se abre a ella?.
Desde la comprensión de la necesidad, podremos ofrecer soluciones que resuelvan el verdadero problema de base.
Bibliografía:
● Asen, K.E. y Tomson, P. (1997) Intervención Familiar. Guía práctica para los
profesionales de la salud. Barcelona, España: Paidós.
● Coletti, M. y Linares, J.L. (1997) La intervención sistémica en los servicios sociales ante la familia multiproblemática. Barcelona, España: Paidós.
● Nardone, G.; Giannotti, E.; Rocchi, R. (2003) Modelos de familia. Conocer y resolver los problemas entre padres e hijos. (J. Bargalló y A. Resurrección, Trads.) Barcelona, España: Herder
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